lunes, 12 de septiembre de 2016
REPARTO GENERAL DE BIENES Y DONES
Sylvia Puentes de Oyenard
Por el tiempo en que los gatos nadaban, los perros volaban, los burros eran inteligentes y las víboras usaban zapatos, se realizó el REPARTO GENERAL DE BIENES Y DONES. Aunque había medias para no resfriarse, jarabe para la tos, rayas para las cebras y agujeritos para el colador, todavía no se habían distribuido rabos, patas, narices, picos, plumas, dientes, alas, cuellos, colas y etcétera, etcétera.
Los animales podían ir y venir a su antojo, porque el mundo era un enorme zoológico sin rejas y sin cuidadores.
El día del REPARTO GENERAL DE BIENES Y DONES el repartidor, que nunca había hecho un trabajo parecido, cometió un error tan grande, TAN GRANDE, que dio origen a este cuento. ¿Saben por qué? Porque depositó todas, to-di-tas las bolsas del Reparto en el costado del escenario donde el sol brillaba con más fuerza. Y cuando el sol brilla con fuerza hace mucho, muchíiiisimo calor.
Para que nadie se enojara más que con la suerte se resolvió democráticamente, es decir, por votación, que el reparto se realizara por sorteo.
-En una caja pondremos todos los nombres -dijo el repartidor.
-Y los sacaremos uno por uno -exclamaron los animales.
Y así fue. Pero...a medida que el sorteo se realizaba, el día iba transcurriendo y el sol calentaba -cada vez más- las bolsas repletas de rabos, patas, narices, picos, plumas, alas, cuellos, colas y etcétera, etcétera.
Al principio no hubo problemas, todos los Bienes y Dones estaban frescos y salían de la bolsa sin dificultad. Así desfilaron mariposas, picaflores, leones, tigres, renos y...¿me ayudan a encontrar las letras? ....drilos, ....cerontes, ....popótamos, ...ejos, ..nteras, ....ugas, .atos, ...ros, y etcétera, etcétera. Hasta que, al abrir la bolsa de los cuellos a la jirafa le dieron ¡tres cuellos en uno! Intentó, forcejeó, pero no pudo separarlos. Y así quedó. Eso sí, ya no necesita estirarse para ramonear las hojas de los árboles.
Algo similar pasó con las narices. Al pez espada le correspondió una que, con el calor, se olvidó que era nariz y se transformó ¡en espada! A los monos, en cambio, el repartidor les dio las del fondo de la bolsa, sí, las que imaginan, por eso lucen desnarigados. Y a los elefantes ¡válgame Dios! Por más que tironearon ¿qué me dicen de la trompa que tienen hoy?
Y con las patas...¡ay, con las patas! Ni les cuento. A unos les correspondió un par elegante, de acuerdo con la forma y el tamaño del cuerpo, pero a otros, ¡líbrenos Dios! ¡Eran juegos de alfileres secándose al sol! Los peces, al ver el riesgo, le hablaron muy seriamente a don Hipocampo -el caballito de mar- y a los caracoles que estaban a su lado:
-¿Qué les parece si nos quedamos así?
-Mejor sin patas que patas de añadidura.
Los caracoles y don Hipocampo estuvieron de acuerdo y desaparecieron del sorteo. Cuando llamaron a los últimos insectos, claro, sobraban patas. El repartidor se negaba a quedarse con alguna y comenzó a regalar dos, tres, cuatro, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta pares de patas, ¡cien patas! a los ciempiés que pensaban:
-¡Qué gasto, qué gasto! Tendremos que poner fábrica de calzados y de betunes, sino ¿quién soporta el presupuesto?
Pero el repartidor no escuchaba reclamos y volvió a meter la mano en la bolsa y he aquí que sacó cien pares, doscientos pares, trescientos pares, cuatrocientos pares, quinientos pares, ¡mil patas! y el milpiés decía lloriqueando:
-¿En qué tiempo, señor, me lavo las patas?
Eso sí, les quedó un nombre deslumbrante: miriápodos. Es decir, que tienen muchas patas.
Pero ¿pueden imaginar el lío que se armó con los pasos?
Muchos no los pudieron despegar más que saltando y saltando, saltando, saltando siguen hasta hoy los canguros, las langostas, las ranas y los sapos. Por eso he pensado que el
REPARTO GENERAL DE BIENES Y DONES debería haberse llamado
REPARTO GENERAL DE BIENES,
DONES Y DESPERFECTOS.
De todos modos esto sucedió en el tiempo en que los gatos nadaban, los perros volaban, los burros eran inteligentes y las víboras usaban zapatos.
Hoy los gatos no nadan, los perros no vuelan, los burros son burros y las víboras no usan zapatos. Pero cada uno aprendió a sacar un beneficio de su desperfecto y ya nadie quiere cambiar su pico, rabo, cuello o patas.
Y me meto por un huequito
y salgo por otro
y si el cuento les gustó
mañana les cuento otro
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