Una vez un niño que
era muy feliz, aunque no tenía muchos juguetes ni dinero. Él decía que lo
que le hacía feliz era hacer cosas por los demás, y que eso le daba una
sensación genial en su interior. Pero realmente nadie le creía, y
pensaban que no andaba muy bien de la cabeza. Dedicaba todo el día a
ayudar a los demás, a dar limosna y ayuda a los más pobres, a cuidar de
los animales, y raras veces hacía nada para sí mismo. Un día
conoció a un famoso médico al que extrañó tanto su caso, que decidió
investigarlo, y con un complejo sistema de cámaras y tubos, pudo grabar lo que
ocurría en su interior. Lo que descubrieron fue sorprendente: cada vez
que hacía algo bueno, un millar de angelitos diminutos
aparecían para hacerle cosquillas justo en el corazón.
Aquello explicó la felicidad del niño, pero el médico siguió estudiando hasta
descubrir que todos tenemos ese millar de angelitos en nuestro
interior. La pena es que como hacemos tan pocas cosas buenas, andan todos
aburridos haciendo el vago. Y así se descubrió en qué consiste la alegría.
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